Llevar a cabo conductas como dejar de fumar, ponernos
a dieta, ir al gimnasio o cualquier otro cambio personal se convierten en
muchos casos en un conjunto de aspiraciones inalcanzables.
En el campo de las organizaciones, proyectos como
introducir una mejora o aplicar de principio a fin un programa estratégico o de
cambio, pueden terminar descansando en el fondo de algún polvoriento cajón de
director.
En un intento de explicar por qué la mayoría de las
empresas no realizan lo que tienen que hacer a pesar de que saben que si lo
hacen conseguirán el éxito a través de las personas, el profesor de Stanford
Jeffrey Pfeffer, en su obra “La ecuación humana”, introduce la regla del
un octavo (1/8). Su razonamiento es el siguiente. Solo la mitad de las
empresas están dispuestas a aceptar la conexión entre las prácticas de gestión
de personal y el éxito de su organización. De esa mitad, solo la mitad estarán
dispuestas a hacer algún cambio, sin tener en cuenta que se requiere un enfoque
más amplio y sistemático. Al final, de la mitad de estas empresas solo la mitad
harán estos cambios durante el tiempo suficiente para obtener los esperados
resultados económicos. Por tanto como un medio por un medio por un medio es
igual a un octavo, solo esta pequeña fracción de empresas harán lo necesario
para obtener estos beneficios. Este reducido porcentaje de empresas comparten
su creencia en el éxito del proyecto, es decir actúan porque esperan obtener
unos resultados positivos.
A la base de esta optimista estimación, parece subyacer
una explicación de tipo motivacional. Con un alto porcentaje de confianza,
podríamos asegurar que la dificultad no parece residir en el conocimiento.
Nuestra elevada formación y esforzadamente ganada experiencia nos permiten
anticipar casi siempre qué es lo que debemos hacer cuando tenemos frente a
nosotros un problema. Es posible pues, que el poder para cambiar esa
resistencia fuertemente arraigada descanse más en el ámbito de la voluntad, en concreto, tiene que ver con
nuestras expectativas, entendidas éstas como la esperanza que tenemos de
realizar o conseguir algo. Estas expectativas, parecen jugar un papel
determinante en lo que hacemos.
Con el
ánimo de mostrarle la aplicación de algunas de las enseñanzas derivadas del
conocimiento de cómo funcionan las expectativas, les presento tres propuestas
que en forma de medicinas “genéricas” podrían formar parte de su botiquín de
emergencia para pasar a la acción.
La primera de ellas es, la “consciencia
destilada”.
Como estratega, a la hora de trazar sus metas a medio
plazo y adelantar su futuro deseado, tenga en cuenta que el impacto negativo de
la situación. Realizar un “filtrado” de los aspectos negativos de la
situación, le llevará a evitar que la sobreestimación de la gravedad de la
situación, le haga sucumbir al
miedo o la preocupación.
Para ello, es fundamental que no se deje llevar por el “presentismo”. Este fenómeno, puesto de manifiesto en
varios estudios recogidos por el profesor y director del laboratorio de
psicología hedónica de Harvard Daniel Gilbert, consiste en dejarnos llevar por la
situación presente en la que nos
encontramos en el momento de hacer la previsión. Significa, que por
ejemplo un acontecimiento negativo, como la caída de la bolsa o los recortes de
personal de las empresas, impactarán en nuestro estado de ánimo y en nuestras
predicciones que seguro serán más pesimistas.
En su hipotético análisis DAFO, el componente “amenazas”,
sería la situación sin filtrar. El impacto negativo de esta situación constituiría el
componente “debilidades”.
La segunda de
las medicinas que le propongo, es la “actuación
transformacional”.
En contra de
lo que le diga su debilitado estado de ánimo, no se detenga, póngase en
movimiento. Actúe
aunque inicialmente sea debido solo al “pesimismo defensivo”.
Este concepto, creado por el investigador J. N. Norem, pone de manifiesto que
las previsiones negativas que se hacen, no sirven tanto para prever el futuro
como para impedir que ocurra el hecho negativo.
Algunos economistas, dicen que esta crisis supondrá
un “cambio de época”.
Aproveche este momento de cambio y siga las recomendaciones de Malcolm
Gladwell, autor del best seller “The Tipping point (la clave del éxito)”.
Según ha demostrado este autor, los grandes cambios que han conducido al éxito
se basan en tres elementos: que pequeñas causas producen grandes efectos,
que estos efectos se contagian y que lo hacen de manera brusca, rápida e
inesperada.
Un ejemplo de esta ley tuvo lugar hace más de hace
40000 años. En esa época, se produjo en Europa un gran avance en creatividad
gracias a que el lenguaje permitió compartir el conocimiento (causa clave). El
hombre de cro-magnon, pudo dar “el gran salto” en su imaginación e
innovar gracias, según los expertos, al desarrollo del sentido del yo y a la
identificación de las emociones en otros (lo que ahora llamamos inteligencia
emocional). Los resultados de esta innovación se propagaron de manera espectacular
como un virus, permitiendo sentar las bases para las grandes creaciones de la
humanidad.
Le sugerimos por tanto, que no deje de generar
cambios en tiempos de crisis. Para
poder realizar este “gran salto”, necesitará crear pequeñas causas que actúen
como palancas emocionales, puntos de arranque, como el que tuvo la selección
española cuando consiguió su segunda copa de europa. Estas palancas de cambio
serán sus “oportunidades” en su arriesgado análisis DAFO.
La tercera y última medicina es, el “refuerzo
direccionador”, y se basa en que usted, necesita captar energía para
mantener su comportamiento en la dirección adecuada.
Esta energía, proviene de “anclar” sus éxitos
y logros. Un
ancla, es un punto o valor
normalmente del pasado, que tomamos como referencia para hacer una estimación
de futuro. Por ejemplo, cuando Rafa Nadal piensa en ser número uno o ganar
Wimbledon el próximo año, lo hace utilizando el ancla que suponen las victorias
en los torneos en que ha participado en los últimos años (Roland Garros y el
propio Wimbledon entre otros).
El anclaje, se
realiza asociando estímulos positivos (situaciones de éxito pasado) con otros
neutros (situación actual), mediante el conocido proceso de condicionamiento
clásico. Debido a este proceso, que funciona movido por la ley de la
coherencia establecida por el psicólogo social Robert Cialdini, tendemos a
actuar en consonancia con nuestras decisiones y actos pasados, debido a una
necesidad de coherencia interna entre nuestros actos y pensamientos en el
tiempo.
Un estado poderoso que le sugerimos que ancle, es el
uso de pautas explicativas “optimistas” ante lo que está ocurriendo en esta
situación. Como estableció hace ya algunos años Martin Seligman, padre de la
psicología positiva, si la situación es negativa, no haga una
explicación permanente (durará siempre), universal (afectará a
todas las situaciones) y personalista (yo soy el culpable), sino
temporal (solo durará unos meses), específica (no tiene por qué
afectar a todos) y externa (se puede hacer algo para combatirla).
El rescate de estas anclas condicionadas cuando vaya
a realizar sus planes le permitirán actuar “como si” ya estuviera
teniendo éxito. Esta atribución optimista, reforzará el componente “fuerzas”
de su análisis DAFO.
En resumen, si es a
usted a quien le toca tener que realizar el plan estratégico en esta complicada
época, en su análisis DAFO no olvide: considerar la situación (amenazas)
correctamente destilada de pesimismo (debilidades), descubrir y poner en
funcionamiento sus puntos de arranque para el cambio (oportunidades) y
mantener la energía perfectamente direccionada mediante el anclaje de logros (fuerzas).
Si a
pesar de todo, sus planes como estratega fracasan y usted es despedido, no se
preocupe, siempre le quedará seguir a rajatabla las recomendaciones de programas como
“Ajuste de cuentas”.
Original revisado de julio
de 2008.
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