Imagine que participa en un ejercicio en el que tiene que elegir entre tres puertas que ocultan diferentes cantidades de dinero (100, 200 y 300 euros).
Tiene para
ello, un numero limitado de intentos sucesivos tras los cuales se dará por
finalizada la tarea. ¿Cómo actuaría usted para obtener la mayor
ganancia?.
Esta
aparentemente inofensiva situación, que simula en realidad una de las
actividades habituales de cualquier directivo (tomar decisiones en las que intervienen
varias alternativas y que tienen consecuencias económicas), constituyó el
formato base que utilizaron dos investigadores de Yale y el MIT, Jiwoong
Shin y Dan Ariely, en un experimento que pretendía analizar el modo de proceder de las
personas en estas situaciones de elección. En este primer estudio, realizado
hace algo más de cinco años, los autores descubrieron que los participantes,
tras unos exploratorios intentos iniciales, encontraban la mejor opción y se
quedaban con ella hasta el final de ejercicio, logrando así las mayores
ganancias, lo que por otra parte parecía evidente.
En este
primer caso, es sencillo explicar desde la economía porqué los sujetos actuaron
así. En esencia, la economía neoclásica estándar, dice que las personas tienen
una capacidad ilimitada para actuar con racionalidad, voluntad y egoísmo (homo
economicus). Aplicar algunos de sus principios básicos, como el
del poder de los incentivos, que establece que las personas actuamos
en función de las recompensas potenciales que obtenemos, o el del coste
de oportunidad, que dice que al elegir valoramos tambien las opciones
alternativas, quedándonos con la de mayor valor relativo, servirían en
principio para explicar este tipo de comportamiento.
Sin embargo,
ante la creencia lógica de que las situaciones habituales de toma de decisiones
son más complejas que las reproducidas en este primer experimento, nuestros
insatisfechos investigadores, fueron un poco más lejos y realizaron otro estudio,
en el que las opciones no elegidas (las que les proporcionaban menores
ingresos) iban desapareciendo poco a poco cada vez que elegían su favorita. En
esta situación, ¿qué cree que hicieron los sujetos del experimento?.
En este
caso, los autores encontraron, que de forma inesperada, cuando las opciones no
elegidas empezaban a desaparecer gradualmente, los sujetos trataban de
mantenerlas abiertas el mayor tiempo posible aun a costa de perder los
beneficios de continuar con la mejor opción, es decir preferían ganar menos
dinero pero seguir manteniendo vivas todas las opciones.
En el
complejo escenario en el que transcurre la vida organizativa, este
descubrimiento muestra, que cuando un directivo se enfrenta a un
problema en el que debe elegir entre varias opciones dentro de un marco de
presión temporal (en qué invertir, que producto producir, a qué precio, que
candidato seleccionar, donde ubicar mi empresa o a qué mercados vender), en
lugar de comportarse de acuerdo con las predicciones de la economía racional
(eligiendo por ejemplo la más beneficiosa), se puede desvíar de su camino,
condicionado por la posibilidad de perder alguna de las otras opciones.
Este
comportamiento deambulatorio, que hace que en lugar de centrarnos en las tareas
en curso, intentemos de manera febril mantener abiertas todas nuestras
opciones, renunciando a las más importantes, no parece tener una explicación
sencilla desde el campo de la economía tradicional. Utilizar por
ejemplo, el poder de los incentivos, no nos sirve para dar una
respuesta satisfactoria a lo que ocurre en esta situación de elección. Para
ello, sería necesario que los incentivos sirvieran para inclinar nuestra
elección hacia la opción más valisoa económicamente, que no es precisamente lo
que no ocurre aquí. Recurrir al coste de oportunidad, tampoco
parece funcionar, ya que si al elegir tuvieramos tambien en cuenta el valor de
las opciones que no elegimos, deberíamos seleccionar aquellas que supusieran un
menor coste de oportunidad (uso alternativo).
Como vemos,
la simple introducción de una variable: la posibilidad de perder
nuestras opciones, parece anular el poder explicativo de la economía de
corte racional. ¿Significa pues, que la economía no es capaz de
ayudarnos a descubrir como hacer las mejores elecciones como directivos?.
En mi
opinión, esto puede significar solamente, que la perspectiva tradicional es
incompleta y que podemos encontrar dentro de la propia economía otros enfoques
que nos permitan realizar este tipo de explicaciones con éxito. Para ello,
tenemos que alejarnos del polo más racional de la economía y acercarnos a su
parte más emocional, porque las personas no somos en absoluto racionales todo
el tiempo, ni actuamos siempre a favor de nuestro propio interés, sino que
somos propensos a emociones que pueden llevarnos a actuar de modo irracional.
La
explicación que los autores del estudio que hemos descrito, Shin y Ariely,
hacen del comportamiento de los sujetos del experimento, es un ejemplo de
búsqueda exitosa de nuevos enfoques. Para ellos, existe en los seres humanos
un deseo irracional de perseguir opciones (puertas) que no nos
interesan. Al no soportar la idea de ver como una puerta se nos cierra,
tendemos a hacer lo que sea (aunque vaya en contra nuestra) para evitar que
esto ocurra. A la base de este comportamiento, se encuentran los deseos
innatos de control que tenemos los seres humanos sobre lo que hacemos
y lo bien que rendimos cuando realizamos cambios intencionados en
nuestro entorno, como han puesto de manifiesto estudios de investigadores
sociales en este campo, como Karasek, (1979), Gilbert (2006) o Weisman (2009).
Enfocar los problemas bajo el marco de una nueva economía
del comportamiento (combinación de la economía y psicología), nos
permitirá proponer nuevos escenarios explicativos que nos ayuden a realizar
mejores predicciones sobre fenomenos de gran relevancia e impacto social, como
por ejemplo la actual crisis económica. Porque, ¿no es posible que esta
tendencia irracional a perseguir objetivos innecesarios haya tenido que ver
algo con el origen de la crisis?. O lo que es más util, ¿podemos
aprovecharnos de estos irrefrenables deseos de controlarlo todo para intentar
salir de la crisis lo antes posible?. Pero lo más importante, es que en
esta nueva economía que tiene ya entre sus filas a algún premio Nobel, lo
irracional puede ser perfectamente predecible.
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