Piense usted mañana - Do think tomorrow !

En un estudio realizado por la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD), y Hay Group, hace ya más de 10 años  se constató que el talento “innovador/emprendedor”, es el que más escasea, por debajo del talento directivo, comercial o técnico.

A la hora de intentar explicar por qué ocurre esto, uno de los primeros argumentos que nos viene casi de manera automática a nuestra cabeza es considerar que el ser humano es cómodo por naturaleza y como crear algo nuevo supone un gran esfuerzo, no lo hacemos de manera habitual. Otra explicación que nos damos es que quizá no todo el mundo sea capaz de crear cosas nuevas. Solo unos pocos individuos creativos son los que pueden realizar aportaciones relevantes, el resto nos limitamos a seguirlas. Aunque el primer tipo de explicación es de carácter motivacional y el segundo aptitudinal, ambas se refieren al individuo, es decir san todo el peso a la persona.

Sin embargo, habría posiblemente un segundo grupo de personas que opinarían que la culpa la tiene el deficiente sistema educativo, que no se preocupa en exceso por fomentar la capacidad de pensar crítica y creativamente. Este segundo grupo de razones, a diferencia del primer grupo, transfieren toda la responsabilidad a aspectos situacionales externos al individuo.

Posiblemente, haya un poco de los dos tipos de razones a la hora de explicar esta escasez de talento innovador, pero en el contexto organizacional, parece que los hechos e investigación apuntan hacia una explicación del segundo tipo, es decir la mayor importancia del entorno. Esto quiere decir, que un individuo excepcionalmente innovador podría fracasar en una organización clásica y que por el contrario, un conjunto de individuos no tan creativos podrían conseguir grandes éxitos en una organización orientada al desarrollo.

Un ejemplo de esto, es lo que ocurre con algunos equipos de fútbol, cuyos resultados no dependen de las individualidades sino de la capacidad del líder (¿entrenador?) de crear un equipo cohesionado y motivado. Diversos estudios, han demostrado el peso que tiene el estilo del líder sobre la creación de un clima de trabajo que produzca resultados exitosos (el interesado podrá consultar el famoso estudio de Harvard (McClelland de McBer, 1985) y Hay Group (1996)).

Una buena muestra de la existencia de un entorno facilitador de la creatividad en el pasado fue la Florencia del periodo 1400-1425. Algunas de las obras de arte más influyentes de Europa (La cúpula de la catedral por Brunelleschi, las puertas del paraiso para el baptisterio por Ghiberti, las esculturas de Donatello, los frescos de Masaccio o la adoración de los reyes magos por Fabriano), fueron creadas durante esos dorados años del renacimiento. Los artistas rendían más allá de sus límites gracias al apoyo e interés de la colectividad entera representada por el ámbito de jueces que supervisaban la construcción.

Otros ejemplos más cercanos de entornos centrados en las personas que promueven la creatividad, los encontramos en empresas como SEMCO, S.A., una empresa brasileña “natural”, que pasó del puesto 54º al 4º en pocos años y en la que no hay secretarias ni tabiques, no hay horarios, los directivos no llevan corbata y fijan su salario ellos, sus subordinados los califican todos los meses de manera pública o los empleados participan en todas las decisiones importantes de la empresa y están informados de la situación económica de la empresa (open book); 3M, donde se anima a los empleados a desarrollar productos nuevos (los empleados cuyas ideas son aprobadas por la dirección montan sus propias industrias dentro de la compañía, y los que tiene éxito reciben ascensos y aumentos de salario); o HP, donde los investigadores para estimular su ingenio tienen acceso a laboratorios las 24 horas y se les invita a dedicar el 10% de su tiempo a sus proyectos personales preferidos.

Nos encontramos también con el caso opuesto, es decir, con organizaciones, en las que no se premia la innovación ni el desarrollo, donde no hay transparencia, donde hay un estilo de dirección autoritario, donde predomina la jerarquía, donde en definitiva, no hay flujo (término acuñado por el psicólogo M. Csikszentmihalyi para referirse a la sensación de encaje y disfrute entre los requerimientos del trabajo y las capacidades del individuo para hacer frente a ellos).

No obstante, como la mayoría de variables del entorno organizacional son difíciles de controlar a nuestro antojo (y será objeto de tratamiento en otra parte), si queremos ir introduciendo algunos cambios desde este último tipo de organizaciones a las primeras, podemos empezar por una opción mucho más accesible pero no por ello más fácil: atacar el problema trabajando con las variables de tipo individual.

Para ello proponemos empezar a entrenarse para llegar a ser un “pensador crítico”, que podríamos definir como aquel que tiene la capacidad de utilizar de un modo inteligente (analítica, creativa y prácticamente) la información y transformarla en conocimiento.

Lo primero que podríamos hacer para alcanzar este objetivo, podría ser sería ir desarrollando de manera gradual, la capacidad de hacerse preguntas a modo de “enquirer”, algo que por ejemplo practica a la perfección el autor del best seller “Freakonomics”, Steven D. Leavitt. el acto de cuestionarse las cosas de una manera crítica y creativa.

Este planteamiento, significa no creérselo todo y reconocer que hay otras formas de hacer las cosas. Significa que no toda la crítica debe ser constructiva. Significa, cuestionarse los principios, las bases las premisas y la esencia además de lo periférico, accesorio o secundario.

Para poder convertirnos en “pensadores críticos”, y no dejar esta tarea para mañana, a modo de ensayo y para que entienda la metodología, le pido que nos cuestionemos juntos algunos asuntos de contenido empresarial (más concretamente del campo de los recursos humanos que me es más familiar) como los que siguen:

  • ¿Por qué prácticamente nadie se dedica a analizar el impacto de los programas de recursos humanos, el ROI del coaching (hoy en día, cualquiera con un pequeño aderezo formativo sea abogado, economista o ingeniero, puede serlo; intervenir en el comportamiento de una persona parece no requerir conocimientos profundos de psicología), o del outdoor training (la consultoría de lo fácil y divertido, mucha fachada y pocos resultados, donde no hay ningún estudio que haya intentado medir la utilidad o eficacia de este tipo de prácticas que tienen como ventaja lo llamativo de una divertida actividad que se vende fácilmente y que queda como mucho en un intenso día de campo en el que los directivos ejercitan algunas de sus ya mermadas cualidades físicas).
  • ¿Por qué hay una casi total ausencia de ciencia en este “mundo color salmón”?.
  • ¿Y qué me dicen del boom del e-learning?. Todas las empresas te ofrecen un catálogo de cursos standard que ni siquiera saben si se ajustan o no a tus necesidades. Bajo la apariencia de una tecnología probada y medida, se puede esconder algo peor que la formación tradicional y mucho más caro. Bonito por fuera pero inservible por dentro. Si para elaborar los contenidos solo se tienen en cuenta los adornos de la fachada y nos saltamos los principios de organización y metodología del aprendizaje no haremos nada salvo malgastar nuestro tiempo y dinero. Y por mucha pantalla bonita y ejercicios de autoevaluación seguimos sin saber si ha servido para algo o no.
  • ¿Por qué las empresas cuando quieren detectar el talento al final acaban midiendo siempre lo mismo?; aunque, ¿qué más da como le llamemos -talento, competencias, inteligencia emocional o capital intelectual-, si al final seguimos sin medirlo de un modo válido y fiable y lo que es peor, sin desarrollarlo? Pasa algo parecido a lo que ocurrió con los tests de inteligencia en USA, que se siguen utilizando a pesar de que los estudios demuestran que no sirven para predecir el éxito laboral. ¿Por qué unas competencias y no otras?. ¿Qué pasa con los procesos de validación?

Este “desafío cognitivo”, ejercicio disciplinado del hábito de preguntarnos, nos conducirá a dar forma en nosotros a un “pensamiento orientado a resultados”, cuya práctica habitual evitará que nos pueda ocurrir lo que intuyó Bertrand Russell, que “la mayoría de la gente prefiera morir a pensar”. 

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