La
juventud eterna, el poder de convertir todas las cosas en oro, el conocimiento
absoluto del pasado y del futuro, del bien y del mal, todo ello lo podía
conseguir quien encontrara la piedra filosofal, que gracias al fenómeno de la
transmutación, permitía cambiar la naturaleza de un elemento mediante alteración
de sus cualidades.
Pero
al parecer nadie la ha encontrado aun, porque como sabéis tal piedra no existe.
Pero sí
que existe aunque no sea en sentido literal y la podemos encontrar muy cerca de
nosotros. Para ello, solo tenemos que experimentar las emociones positivas
(alegría, gratitud, serenidad, esperanza, orgullo, diversión, inspiración,
respeto y amor), con mayor frecuencia.
El
esfuerzo, merece la pena porque como explica y demuestra Shawn Achor en su
libro “La felicidad como ventaja”, http://bit.ly/S59lSq, la felicidad es
precursora del éxito y no al revés. El optimismo potencia el rendimiento, y
conduce a los mayores logros.
El único
motor de la felicidad es el humor positivo en el presente y la visión positiva
en el futuro. Y sobre estos parece que tenemos más control del que creíamos, ya
que esperar un resultado positivo aumenta la probabilidad de que se dé. Estar
abierto a las posibilidades, como ha mostrado en sus trabajos Richard Wiseman (“Nadie nace con suerte”) http://bit.ly/akaAKO, hace que podamos aprovechar mejor las oportunidades y podamos
obtener un resultado favorable.
Esta
proyección realista de nuestros deseos, que podemos denominar “codificación selectiva” es nuestra
piedra filosofal. Pero no hay que confundir esta capacidad entrenable de ser más
adaptables, con el optimismo visionario o con fantasear con resultados
milagrosos. Si lo hacemos habremos encontrado una piedra fisosofal-sa.
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